El 2 de agosto de 1963 es un día que no muchos recuerdan, pero debería estar grabado en la memoria colectiva de Uruguay. Esa noche, Montevideo fue escenario de la peor tragedia ferroviaria de nuestra historia, un hecho que estremeció a todo el país no solo por su magnitud, sino porque no fue un accidente… sino un atentado.
Un viaje que no llegó a destino
El tren había partido desde la Estación Central de Montevideo con destino final en Casupá, en el departamento de Florida. Entre sus pasajeros había trabajadores, estudiantes y familias que regresaban a sus hogares en localidades vinculadas a la Ruta 6 y zonas aledañas.
La formación, encabezada por la locomotora diésel General Electric Nº 1523, realizó su parada en la Estación Peñarol y continuó lentamente hacia la Estación Manga. Caía la noche, y el convoy avanzaba sin imaginar que en pocos minutos la rutina se transformaría en tragedia.
El desvío mortal
Antes de cruzar la Avenida de las Instrucciones, existía un desvío de servicio que conectaba con la planta de fertilizantes Fosfato Thomas. Se trataba de una vía secundaria, poco utilizada y diseñada únicamente para maniobras a baja velocidad, debido a su pronunciada curvatura que impedía un paso seguro a alta marcha.
En ese punto, un individuo conocido como "El Charrúa" violentó con una azada el candado de seguridad de la aguja que controlaba el desvío, accionándola manualmente. Este acto desvió bruscamente al tren hacia la vía secundaria.
La combinación de velocidad y curva cerrada fue letal: la fuerza centrífuga lanzó la locomotora y los vagones fuera de las vías, precipitándolos por un terraplén. El estruendo del metal retorcido, los gritos y el caos marcaron el inicio de una de las noches más trágicas para el ferrocarril uruguayo.
El saldo de la tragedia
El resultado fue devastador: 33 personas murieron y más de un centenar resultaron heridas, muchas con secuelas físicas y psicológicas irreversibles. La magnitud del desastre hizo que hospitales, vecinos y autoridades se movilizaran de inmediato para asistir a las víctimas.
La mayoría de los pasajeros eran residentes o trabajadores de localidades como Toledo, Sauce, Santa Rosa, San Bautista, Castellanos y San Ramón en Canelones, así como de Chamizo, Fray Marcos y Casupá en Florida. El dolor se extendió como una ola por todo el Santoral Canario y el sur del país.
El autor y su destino
El responsable del atentado, "El Charrúa", fue detenido y sometido a la Justicia. Finalmente fue declarado "no imputable" por incapacidad mental y permaneció internado en el Hospital Vilardebó hasta 1970. Nunca volvió a ser juzgado por aquel hecho, lo que dejó una sensación de impunidad que aún hoy genera debate entre quienes recuerdan el caso.
El impacto del atentado
La tragedia de Manga no solo dejó una herida en las familias afectadas, sino que marcó un antes y un después en la percepción de la seguridad ferroviaria en Uruguay. La imagen de los vagones destrozados y los testimonios de los sobrevivientes permanecieron vivos por años,
Este hecho también puso en evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura y la necesidad de reforzar medidas de protección en desvíos y pasos críticos, lección que tardó en asimilarse.
Una historia que aún estremece
Sesenta años después, el "Tren del Horror" sigue siendo un símbolo de tragedia y de cómo un solo acto puede cambiar el destino de decenas de vidas. La fecha del 2 de agosto se recuerda con respeto y dolor, como homenaje a quienes perdieron la vida en aquella fatídica noche.
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