La fiesta en honor a Iemanjá, reina de los orixás africanos, se inició en Brasil un 2 de febrero de 1924. Varios pescadores angustiados por el mal resultado del trabajo, le pidieron ayuda ofrendando en el agua, la respuesta fue muy buena, y desde ese día el rito continúa.
Sin embargo, el origen de su adoración proviene de la nación Yoruba (comprendía parte el territorio de la actual Nigeria) y se introduce en América, especialmente en Brasil, de la mano de las personas esclavizadas que desde allí se introdujeron forzosamente. Debido al sincretismo religioso aparecieron cultos afro-americanos conocidos y mirados muchas veces con suspicacia, como el Batuque, la Umbanda y Kimbanda y el Candomblé.
No obstante, toda religión que llegara de África no tardaba demasiado tiempo en ser considerada demoníaca, debido a la discriminación y la hegemonía europea en la cultura occidental.
Iemanjá es la diosa del mar. Tiene los poderes de la gestación, la fertilidad y une a las familias. Su historia está llena de magia y poesía.
Según la mitología, Iemanja era la esposa del rey guerrero Olofi, soberano de la ciudad de Ife, y juntos procrearon diez hijos. Iemanja estaba a disgusto viviendo en Ife. Decidió escapar de su esposo, pero éste mandó todo un ejército tras ella. El ejército no tardó en alcanzarla y rodearla. Años atrás su madre le había obsequiado un frasco, que debía romper si se presentaba alguna situación de emergencia. Iemanja rompió el frasco en el suelo, y fue entonces cuando se formó un río que le permitió escapar de los hombres de su esposo, y llevarla de regreso a su casa materna en el océano.
La iconografía más tradicional de la diosa es una mujer negra, esbelta y de curvas pronunciadas. Luego del sincretismo con el catolicismo, esta representación se vio desplazada por la imagen de una mujer blanca de pelo negro y largo, con perlas en sus manos y usando un vestido celeste (color de la Virgen María).
Por ser la reina del mar, en el catolicismo se la asemeja con la advocación Stella Maris de María, también conocida como Nuestra Señora de los Navegantes o Vírgen de los Pescadores.
Las ofrendas que recibe el mar cada 2 de febrero, además de claveles y velas celestes, incluyen comidas, perfumes, joyas y frutas, en especial sandías cortadas con forma de flor.
En Montevideo los fieles se acercan al mar para dejar sus ofrendas durante todo el día, pero la mayor concentración de gente se da cuando cae el sol. Muchas veces los fieles se adentran muchos metros para hacer sus ofrendas, y a esto se suma el riesgo que supone el agitado mar, la lluvia y la tormenta que religiosamente llega cada 2 de febrero.
En la Playa del Buceo los curiosos y simpatizantes pueden ver y participar de los rituales umbandistas. Se pueden comprar claveles blancos, velas celestes, barcos de espuma, coronas, y otros regalos para arrojar al mar y hacer peticiones a la diosa.
Actualmente, se promueven ofrendas biodegradables que no dañen la naturaleza.
Sobre la calle hay puestos de feria donde destaca el color celeste y el blanco, y tampoco faltan los puestos de torta fritas y los vendedores ambulantes que recorren la playa.
Junto con los regalos, se escriben petitorios. Hay gente que tira botellas con cartas, o agradece favores recibidos. Las cartas que regresan a la orilla por algún motivo son devueltas por Iemanjá. Los cánticos y danzas que acompañan no son menos especiales y bellos.
Para algunos turistas es un espectáculo más, en el cual intervienen y se divierten pero para los creyentes que saben cuán antigua es la celebración, la ceremonia es seria y solemne. Una celebración que mezcla el misterio con la fe, esa obstinada manera que tenemos de encontrar un sentido superior a la vida humana, rodeados por diosas, dioses o energías desafiantes, que nos logren proteger del incierto destino.
Fuente : Facebook