No da fruto, su madera, no sirve, pues en realidad no es madera sino otra cosa, y de hecho, por eso mismo, dicen que no es un árbol y sin embargo, el ombú ejerce un poder misterioso sobre el hombre.
Ayer descubrimos uno muy antiguo en el Hotel del Prado. Es el ombú más viejo que vi y si los del monte de ombúes tienen cuatrocientos años, éste debe andar por los setecientos.
Lo vi y pensé que era un monumento, y eso me recordó que hay un libro sobre los monumentos vegetales de Montevideo, y pensé, se me atravesó en la cabeza, la locura de vivir en ese árbol.
¿De dónde puede venir una idea tan improcedente? Viene de que el hombre vivió en los árboles por millones de años.
No sé si lo leí o lo imaginé (y si lo leí, ya es una forma de imaginarlo) que el ombú es un resto de una era lejana, pues al parecer, es un yuyo, pero debemos imaginar una fauna y flora gigantesca, de la que quedaron, por ejemplo, el ombú, y acaso, el chajá, que es un animal bastante prehistórico, como la vieja del agua.
Así que, tal vez por su antigüedad, le rendimos un culto religioso al ombú, pues eso es lo que hacemos, incluso los laicos y los ateos: todos participamos de un culto pagano.
No sé si sabías que los misioneros cristianos, apenas caído el imperio romano, en su plan de conquistar a los bárbaros, cortaban los árboles a los que les rendían culto para demostrarles que no eran dioses.
Según la cultura de que hablemos, se le rinde culto a ciertos árboles. En la Europa atlántica, al roble y la encina. En el oriente los árboles sagrados son más bien el olivo (Jesús pide a su Dios que lo libre del trago amargo en el Monte de los Olivos) y la higuera, pues ya sabéis que aparece en el mito de Adán y Eva, y el Buda se iluminó debajo de una higuera, per lo cierto es que a la postre, todos los árboles son sagrados.
Cuantos más años tiene un árbol, mayor es el poder que ejerce sobre nosotros. Según los griegos, cada árbol tiene un alma, las dríades, y si cortás el árbol, muere la dríade y si matás la dríade, muere el árbol, por lo que, cuántos más años tiene un árbol, más sabias es la dríade.
¿Nunca tuviste una experiencia rara, yo diría, fuera de lo normal, debajo de un árbol? Yo tuve dos, de entera comunión con el Universo, y esas dos experiencias son inolvidables.
La fascinación de lo árboles deviene de su inmortalidad, en el sentido de que, salvo que lo parta un rayo o alguien lo corte o le prenda fuego, un árbol no muere, no tiene, como los animales, de manera ínsita la muerte, por lo que tenemos esos ombúes de muchos siglos en la ciudad, y es tal el respeto que generan, que dividimos las calles, como Bulevar España y Ramón Anador.
Uno siente al árbol como un hermano mayor, y eso es lo que es, pues del árbol venimos, y ya la palabra “madera” indica que el árbol nos acunó, pues en la palabra “madera” anida la palabra “madre”.
El árbol es para nosotros un símbolo de la vida, pues viene el invierno y las hojas caen, pero siempre renace en primavera, y cuanto más alto es el árbol, más profundas son su raíces, pues el árbol ama la tierra y el cielo.
Por eso tenés “el árbol de la ciencia”, “el árbol de la vida y la muerte”, y además, tenés el bosque, el lugar donde ocurre el cuento de hadas, el lugar de la acción en Sueño de una noche de verano, pues el mago Shakespeare es el mago Shakespeare, y por eso en el bosque se refugia y hace justicia Robin Hood.
Las raíces son el inframundo, el tronco es la tierra y la copa es el cielo, y los mensajeros del cielo anidan en las copas enviando un canto que no sabemos descifrar, pero que algún día entenderemos.
Por eso debemos celebrar que cuando se diseñó la ciudad, se respetara el Prado, el Parque Rodó y el Parque Batlle, pues en el medio de esta cosa de autos y ruidos y estrés, tenemos, a la mano, y para todos, un refugio mágico.
Pienso que hay un motivo más para adorar al ombú: lo sabemos nuestro, sabemos que el ombú es de estas praderas y no de otros lados, y sabemos que debajo de esos ombúes centenarios, pasaron cosas, sucedieron hechos históricos, algunos tristes, como el suicidio de dos amantes bajo el ombú poderoso del Hotel del Prado, y otros mas bien festivos, pues muchas veces los gauchos, y antes de ellos, los indios, matearon debajo de ese ombú.
¿Cuántas cosas ha visto la dríade de ese ombú maravilloso? Ayer nos vio a nosotros. Ojalá que vea cosas por siempre.
FUENTE: Facebook
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